22 noviembre 2011

Érase una vez una Julieta que vivía en una cárcel blanca.

Os presentamos el cuento ganador del primer premio del concurso gallego de relatos de lactancia; escrito por una socia nuestra.
(Inicialmente publicado en http://afalardateta.blogspot.com/)
Blanco
Por Susana
“La ignorancia es la noche de la mente: mas una noche sin luna ni estrellas” (Confucio)
Érase una vez una Julieta que vivía en una cárcel blanca.
En mi descargo debo decir que era un lugar muy limpio y organizado, mas Julieta, que era nueva en la ciudad, pasó allí su primera semana… SOLA.
Sin embargo, las guardianas la lavaban, le cambiaban el pañal… y hacían todo esto muy eficientemente…
“Seguro que a mí me caería de las manos, ahí está bien cuidada”, pensaba yo mientras imaginaba tales escenas cotidianas, o incluso las presenciaba a través del cristal… SOLA.
Tenían además un amplio horario de visitas, dos medias horas al día. En las mejores prisiones del mundo sólo dejan entrar una vez a la semana… Y yo tenía un pase especial para amamantarla quince minutos cada tres horas, salvo por la noche, que me recomendaban que no bajase…
A pesar de esta razonable advertencia, yo, impulsada por una especie de ardor en las entrañas, de desvarío indescriptible, iba a ver a la hermosa Julieta y le ofrecía mis pechos inmensos, doloridos y pétreos, que tanto la echaban de menos.
Al ser primeriza, tuve la suerte de contar con la ayuda de las expertas guardianas:
Que le daban biberón de suero o de fórmula de vez en cuando.
Que la pesaban antes y después de las tomas y me indicaban si yo cumplía o no las cantidades que constaban en una tabla infinitamente fotocopiada.
Que, cuando Julieta no se enganchaba, me preparaban un biberón que olía a café con leche en cuestión de segundos (incluso una de ellas me vertió un buen chorro en el pezón para así esconder el inmundo sabor de mi zumo).
Que, si ella lloraba entre tomas, no me molestaban con semejante banalidad.
Que me comparaban con otras visitantes que tenían más reservas de líquido, para que aprendiese de ellas.
Que…
Abro los ojos y veo a la floreciente Julieta, a punto de cumplir dos años, que sonríe mientras mama de una teta y acaricia el pezón de la otra…